Y vuelves a recordarlo.

Un sentimiento tan extraño como indescriptible, doloroso en ocasiones, pero que te puede llevar al cielo en solo un instante. Un sentimiento que supera sin duda a los demás que todo el mundo conoce. Algo que hace que todas y cada una de las partes de tu cuerpo se estremezcan cada vez que lo ves, cada vez que vuestras miradas se cruzan, cada vez que hablas con él.
Nunca me había parado a pensar en cómo puede cambiar una persona al sentir esto. La verdad es que nunca me imaginé que yo podría sentir algo tan grande.
Pero llega un momento en el que te das cuenta de que todo eso ya no merece la pena. Te paras a pensar y te das cuenta de que no te mereces estar sufriendo constantemente y decides olvidar todos esos momentos y cambiar tu rumbo. Y, de buenas a primeras, te despiertas un día con una sonrisa dibujada en la cara, dispuesta a que nada ni nadie pueda borrártela. Sí, esa es una buena forma de no sufrir más... pero, ¿sabes qué pasa? Que a los pocos días lo vuelves a ver, te sonríe y se te cae el mundo encima. Y vuelves a lo de siempre, a llorar, a recordarlo todo...
Y sí, sé que soy una estúpida por estar así por él, porque sé que al fin y al cabo todo lo que me queda de él son simples recuerdos...